Se vieron maniobras de todo tipo demostrando las habilidades de los expertos

Parece que todos teníamos ganas de pasar página y poner el punto y final a dos años de desventuras, pero ya sentimos nostalgia de los pocos buenos momentos que hemos podido disfrutar juntos. Éste no ha sido un sábado más de cursillo. La mala noticia de una pérdida muy sentida enturbia la alegría de llegar a la meta.

Los rituales se cumplieron en su orden: el desayuno, la emparejada, la salida por el canal arreglando los barquillos, incluso el atasco del motor de “La Barca” y el viento que no nos dejó salir al lago. Bendita bocana del Canal de Catarroja que la hicieron así de ancha para que se pudieran realizar allí los cursillos en invierno.

Puede que la dificultad de navegar con tan poco espacio lo haga más divertido, a la vez más arriesgado. Se vieron maniobras de todo tipo demostrando las habilidades de los expertos, tanto en el timón como en la pértiga, con un rizo o con las velas desplegadas. Incluso los más valientes apuntaron el morrito a la Albufera. Y ningún barco o barquito tumbó al VI Curset.

Con la certeza de volver a repetir pronto por donde nos lleve el viento, en las pruebas o en el próximo cursillo, volvimos a El Port encaminados por la oloreta a paella de Rafa. Nos esperaba la entrega de diplomas y un abrazo con la esperanza de encontrarnos juntos muchas veces más.